El Zancudo. El de Sonora, un gobierno que no gobierna   

2014
El Zancudo. El de Sonora, un gobierno que no gobierna   
     

En Sonora la gente se está muriendo por dengue. Van siete decesos comprobados, y más de mil quinientos casos de personas atacadas por esa enfermedad, transmitida por un mosco al que el año pasado, el secretario de Salud estatal, Bernardo Campillo aludió, para referirse a su resistencia al frío, como un insecto que “trae chamarra”.

 

Entre el humor negro y la pena ajena, este mismo secretario fue quien meses atrás, cuando se evidenció la crisis del sector salud, documentada con imágenes dramáticas de pacientes tirados en el piso de los hospitales, argumentó que esos pacientes “se tiraban de las camillas” para llamar la atención y generar una mala imagen de los servicios de salud pública en Sonora.

 

Nomás le faltó decir que esos que se tiran de las camillas son culpa de administraciones anteriores.

 

Es impresionante la inoperatividad del actual gobierno estatal, que ha descuidado escandalosamente sus funciones como administradores de la cosa pública.

 

Durante cinco años se dedicaron a cualquier cosa (incluso a asaltar el presupuesto), menos a atender los asuntos relacionados con la gobernabilidad en el estado.

 

Y si en cinco años no pudieron, en el último que les queda no hay señales, de ningún tipo, de que las cosas vayan a mejorar.

 

Es decir, los personeros del así llamado “gobierno de la alternancia” dedican la mayor parte de sus esfuerzos a la grilla política. A la maniobra, las triquiñuelas, las argucias legaloides, el agandalle y sobre todo, a librar una guerra contra cualquier ciudadano, líder de opinión, militante de la oposición, empresario inconforme, dirigente sindical, periodista. Contra cualquiera que ose señalar los yerros de la actual administración.

 

El gobierno de Guillermo Padrés no tiene respuestas para los múltiples problemas que enfrenta cotidianamente la ciudadanía. Está demasiado ocupado en construir realidades virtuales y en integrar ejércitos de vagos que por una corta feria, se organicen en brigadas delincuenciales para, por ejemplo, destruir a cuchillazo limpio, lonas publicitarias con leyendas antigubernamentales.

 

El asunto no es meramente anecdótico. Es mucho más serio, considerando que ya una vez, el gobierno de Padrés organizó una brigada de jóvenes golpeadores, protegidos por la policía estatal y municipal, para reventar a madrazos una marcha de protesta contra la tenencia disfrazada.

 

Por un lado organiza y dirige grupos violentos, y por el otro manda a sus funcionarios a hostigar y castigar a cualquiera que de una u otra manera, participe en acciones de protesta o denuncia.

 

Recientemente, la Unidad Estatal de Protección Civil, a cargo de Carlos Arias, un funcionario de muy bajo perfil, pero muy manipulable, encabezó un operativo para caer sobre la empresa que imprimió las lonas de la campaña “Lo bueno es que ya se van”, a la que multó con un millón y medio de pesos, por presuntas anomalías en cuanto a sus condiciones de seguridad.

 

Es la locura. Por un lado mandan brigadas de cholos armados con cuchillos para destruir las lonas, y por el otro usan las instituciones de gobierno para amedrentar, amenazar, castigar.

 

Y lo peor es que, ocupados en esas tareas, se olvidan de lo otro. Es decir, de gobernar. Las políticas públicas son un desastre y el caso de lo que ocurre en el sector salud es uno de los más emblemáticos.

 

Por todas partes del estado, pero señaladamente en la región sur, los afectados por casos de dengue clásico y hemorrágico se multiplican dramáticamente, mientras la Secretaría de Salud está quebrada financieramente y no tiene presupuesto ni siquiera para lanzar una campaña de fumigación que ayude a combatir la plaga del mosco transmisor.

 

Es escalofriante leer declaraciones del propio gobernador del estado, haciendo votos para que el cambio de clima ayude a erradicar al mosco. O de paleros gubernamentales incrustados en algunos medios de comunicación, culpando a la sociedad por la proliferación de esa plaga, argumentando que no limpian sus patios.

 

Lo cierto es que el gobierno no puede. En casi todas las dependencias estatales, el presupuesto 2014 se ha agotado. Faltan más de dos meses para que termine el año, y en algunas áreas estratégicas, como Seguridad Pública, no hay dinero ni para la gasolina de las patrullas de la Policía Estatal Investigadora, y los agentes son mandados a asaltar ciudadanos para hacerse de algún dinero que les permita circular en sus vehículos.

 

Pero lo mismo ocurre en Salud, Educación y en Transporte Público, por citar algunos ejemplos. Los problemas se acumulan sin que se vea una luz al final del túnel. Al contrario, lo que se prevé es una mayor desatención en los meses que vienen.

 

Con la apertura del calendario electoral oficial, varios funcionarios habrán de abandonar sus responsabilidades (si es que algún día las asumieron como tales) para ir en búsqueda de un cargo de elección. Junto con ellos, se llevarán seguramente a más de cuatro de sus asistentes que, quiero suponer, estaban a cargo de algunos programas de gobierno.

 

Quién sabe quiénes los releven, pero se advierte poco probable que esos relevos puedan corregir el rumbo, considerando que si en cinco años no se hizo gran cosa, mucho menos podrán hacerlo en los meses que le quedan al actual sexenio.

 

Lo mismo ocurre en el Congreso del Estado. Por lo menos la mitad de los actuales legisladores, de todos los partidos políticos, habrán de solicitar licencia en unas semanas más. Al relevo entrarán sus suplentes.

 

Esta legislatura se ha significado como una de las más improductivas y conflictivas de cuantas se recuerden. La relación con el Ejecutivo está dañada; la polarización entre bancadas es de antología y en general, el trabajo legislativo brilla por su ausencia.

 

¿Qué van a hacer los suplentes de los actuales diputados, cuando éstos se vayan en pos de su aventura electoral? Es un misterio.

 

Pero si los diputados propietarios llevan más de dos años protagonizando episodios de mediocridad, se puede suponer que los suplentes nos recetarán nuevas dosis de negro humor involuntario.

 

En resumen, si en estos cinco años ya nos aguantamos lo mucho y lo poco, en lo que resta de la actual administración debemos estar preparados para algo peor.

 

PD.- A nadie le cayó más de perlas lo que ocurre en el país con el asunto de los normalistas desaparecidos en Guerrero, que al gobernador de Sonora. La dimisión de Ángel Aguirre a la gubernatura de aquel estado y las movilizaciones estudiantiles por todo México, sacaron completamente de foco el caso Sonora: la presa y los ranchos del gobernador Padrés y sus sonados casos de corrupción y enriquecimientos (in) explicables.

 

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