2014
‘Nos están dejando morir’: habitantes del río Sonora
     

Viven una muerte lenta. Los habitantes del río Sonora, sin dinero, sin agua y sin comida, consumen sus propios productos contaminados con sulfato de cobre acidulado y otros metales mortales para el consumo humano.

En un recorrido por las comunidades rurales de los municipios de Ures, Aconchi y Baviácora, a dos meses de la contaminación, los entrevistados aseguran desconocer cuál es el trabajo de la Comisión Presidencial para atender la contingencia, porque sólo recibieron una despensa por parte del gobierno federal al inicio del derrame, y ahora una tienda llamada Novedades Yita, ubicada frente al ayuntamiento, vende las despensas en 80 pesos y anota a quienes las reciben.

Además, afirman que la distribución del agua es inequitativa, ya que sólo se le está dotando a militantes del PRI.

Con respecto a los pagos que se están haciendo del Fideicomiso Río Sonora, sobran denuncias de que sólo los “amigos” de los funcionarios municipales y del estado, que tienen sus parcelas retiradas del río Sonora, ya recibieron sus cheques nominativos.

Para Grupo México tienen los peores calificativos: reiteran que lejos de limpiar el río Sonora, sigue contaminando y las esperanzas de volver a la vida productiva se diluyen con el paso de los días.

Las brigadas de limpieza del consorcio internacional llegaron hasta Banámichi, que se localiza a 140 kilómetros abajo de Cananea, de donde la minera Buenavista del Cobre derramó 40 mil metros cúbicos de sulfato de cobre acidulado y otros metales el pasado 6 de agosto. La meta de la empresa para remediar el ecosistema, según el director de la Oficia de Salud y Seguridad de Grupo México, Enrique Valverde Durán, era para las primeras semanas de octubre.

Pero todavía faltan más de 180 kilómetros y se advierten nuevos derrames tóxicos, por parte de Buenavista del Cobre, en la presa El Molinito, que abastece a parte de la población de Hermosillo.

Ni Cananea, de donde se derramaron los tóxicos hacia los ríos Bacanuchi y Sonora, ni Hermosillo, hasta donde llegaron, se encuentran dentro de los municipios previstos en el fideicomiso para la subsanación de los daños.

Aún se puede ver a los habitantes acarreando cubetas para hacer sus actividades cotidianas; incluso personas de la tercera edad y discapacitadas batallan para acercar el líquido a sus hogares.

La actividad productiva está completamente paralizada, y a pesar de ello les siguen llegando altos cobros en los recibos de agua y de energía eléctrica. La Comisión Federal de Electricidad ya está cortando el suministro ante las demoras en los pagos. Asimismo, los mosquitos tienen en alerta a los pobladores ante un eventual brote de dengue, por los almacenamientos obligados de agua.

Llueven las quejas

Antonio Acuña Rivera, de 70 años, sale todos los días de Ures hacia Hermosillo para vender productos que se elaboran en la región como chile de chiltepín, machaca, queso y otros, pero a veces regresa con ellos intactos, porque la gente tiene desconfianza de consumirlos.

“Solamente Dios sabe a dónde se han entregado las despensas”, comenta Antonio, quien acaba de recibir un tinaco, luego de cientos de viajes con cubetas de agua al interior de su casa.

En Mazocahui, Miguel Cruz Domínguez, agricultor y ganadero de la zona, asegura que las autoridades no se han acercado para hacer un censo, ni siquiera sabe si está anotado entre los beneficiarios del Fideicomiso Río Sonora.

Lo que sí le parece grave es que la Comisión Estatal del Agua esté desfogando un pozo a menos de 100 metros del río Sonora, cuando antes había perforado otro a varios kilómetros de la comunidad, pero como tendría mayor costo, lo dejaron a medias.

María Ramírez es viuda, poseedora desde hace 25 años de una milpa de tres hectáreas con 40 cabezas de ganado, en Baviácora. El predio ejidal está a nombre de su fallecido suegro, quien no aparece en los censos, por lo tanto ha batallado para que la sumen a los damnificados.

Martín Calvario, del mismo municipio, advierte que hay una entrega discrecional de tinacos que sólo beneficia a militantes del PRI; a él no le han entregado tinaco, aunque en su calle ya lo tienen.

Trinidad Dórame Córdova tiene una carreta de hot dogs y afirma que sus ventas se desplomaron 60% porque no hay trabajo y la gente no tiene dinero.

Los campesinos regalan su producción, y la gente se la está comiendo a sabiendas que fueron bañados con agua contaminada, porque no tienen qué comer; “es la desesperación”, dice Roberto Quijada Enríquez, productor de pinole de La Estancia, municipio de Aconchi.

“Ya estamos subsistiendo, todos estamos afectados, no sólo los que viven al margen del río. La situación es verdaderamente crítica y no es justo lo que estamos pasando”, expresa.

Ana Gloria Romero Robles, de 56 años de edad, habitante de Aconchi, ha estado trabajando en el empleo temporal que ofrece el gobierno: barre calles y escuelas. La jornada es de las 6:00 a las 12:00 horas, por 150 pesos diarios. Esta labor es dura, pero la necesidad es mayor, comenta.

Jesús Francisco Salcido Morán, de 53 años, expresa que está en el borde de la desesperación, la Comisión Federal de Electricidad (CFE) está realizando cortes de energía eléctrica y no ha tenido ingresos desde que se anunció la contingencia, después del 8 de septiembre.

Ganaba alrededor de 3 mil pesos diarios, acarreando materiales para la construcción, pero ya nadie ocupa sus servicios. Generaba alrededor de cinco empleos y tampoco los pudo sostener.

“Nos están dejando morir lentamente, siempre hemos sido personas de trabajo arduo; hemos llegado al límite, mi familia no tiene qué comer y yo estoy realmente desesperado”, recalca.

Los pequeños productores de carne machaca, pinole, chiltepines, quesos, jamoncillos, entre otros alimentos denunciaron que el gobierno del estado cerrará los centros de acopio, porque en las cadenas comerciales los productos no se venden.

Sin embargo, el secretario de Economía estatal, Moisés Gómez, aseguró que éstos seguirán operando “como un apoyo a los miles de afectados”.

Para Francisco Contreras, un recién casado de 31 años, desde hace dos meses la cuenca del Río Sonora vive las mismas historias: “Vienen los funcionarios a pasearse, se toman tres fotografías para los medios de comunicación y no resuelven nada; mientras, seguimos comiendo productos contaminados a la vez que la actividad productiva de la zona practicamente está muerta”.

A este joven le preocupa el futuro de esta región, porque ahí crecerán sus hijos. “Buenavista del Cobre mató al río y lentamente nos está matando a nosotros”, expresa tristemente.

El daño ambiental que Grupo México causó en Sonora, tras el derrame tóxico, asciende al menos a mil 800 millones de pesos, estima la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa).

Guillermo Haro Bélchez, procurador ambiental, explicó que las autoridades federales cuentan con dictámenes sobre las afectaciones por los 40 mil metros cúbicos de sulfato de cobre y otros metales de la minera que cayeron sobre los ríos Bacanuchi y Sonora.

El Universal