2014
Bolivia: el nuevo epicentro del narco
     

Al crimen organizado transnacional le gustan las oportunidades y la poca resistencia. Actualmente, Bolivia ofrece ambas y se encuentra en el corazón de una nueva dinámica criminal que amenaza la seguridad nacional y ciudadana en ese país andino sin salida al mar.

Esta nueva dinámica criminal está centrada en los cambiantes patrones de consumo de drogas en la región. El papel dominante de México en el comercio regional de drogas se debe mucho a su ubicación, cercana al consumidor de drogas más grande del mundo, así como a su capacidad para producir drogas como heroína, mariguana y metanfetaminas.

Bolivia está muy cerca del que es hoy el segundo mayor consumidor de drogas ilegales del mundo: Brasil. También limita con el principal productor de cocaína del mundo, Perú, y con el principal productor de mariguana de Sudamérica, Paraguay. Mientras tanto, Argentina experimenta un aumento en el consumo interno de drogas, en particular de “basuco” o “paco”, un tipo de cocaína que se puede producir en Bolivia. En la actualidad, incluso los mercados domésticos de drogas de Chile y Perú presentan crecimiento.

Hoy en día, Bolivia está literalmente en el corazón del comercio de narcóticos ilegales de Sudamérica. Agréguese que Bolivia también produce su propia cocaína y se encontrará con una diversidad de oportunidades criminales.

Esta dinámica en Sudamérica es totalmente independiente de las tradicionales rutas de tráfico de drogas que alimentan el mercado de Estados Unidos. De hecho, fuentes estadunidenses consultadas por InSightCrime afirmaron que el análisis químico de la cocaína incautada en Estados Unidos demuestra que sólo cinco por ciento de ella proviene de Bolivia.

Estas dinámicas en sí mismas podrían convertir a Bolivia en un epicentro del tráfico de drogas, pero también hay otros factores que hacen de este país un terreno bastante fértil para el Crimen Organizado Transnacional (COT). 

Es importante señalar que Bolivia, con una tasa de homicidios de 11 por cada cien mil habitantes, es un país seguro para los estándares latinoamericanos. El gobierno del presidente Evo Morales ha registrado un éxito significativo en la lucha contra el tráfico de drogas, principalmente en lo que respecta al control de los cultivos de coca. Sin embargo, los recursos que actualmente están siendo desplegados por el Estado boliviano para enfrentar al COT —enfocados en los posibles beneficios económicos del comercio de la droga— han probado no ser suficientes.

La naturaleza del crimen

Bolivia llegó a contar con sus propios sindicatos de la droga de grandes ligas. El más notorio de éstos estuvo dirigido por Roberto Suárez, conocido como El Rey de la Cocaína de Bolivia, quien incluso llegó a trabajar con Pablo Escobar y el Cartel de Medellín. Hoy, el crimen organizado en el país está limitado principalmente a los clanes criminales, que participan en una amplia variedad de actividades delictivas, principalmente el contrabando.

En ocasiones, estos clanes involucrados en el narcotráfico también participan en la producción de base de coca. Según una fuente de alto nivel en la policía boliviana, el más sofisticado de estos clanes puede reunir hasta mil kilos de base de coca y enviarlos a los grupos del crimen organizado brasileño. Esta base de coca posteriormente alimentará el mercado del “basuco”.

El “basuco” es como la cocaína crack, una forma altamente adictiva de la droga que se fuma. Es más barato de producir que la cocaína y su efecto es intenso pero de corta duración, haciendo que los adictos lo consuman de manera repetida y prolongada, con daño permanente a su salud. Al igual que la epidemia del crack en Estados Unidos en los años 80, que dio lugar a la guerra contra las drogas, Brasil, y en menor medida Argentina, luchan ahora para contener el crecimiento de consumidores de “basuco”. Bolivia es el principal proveedor de ambos países.

Ichilo, en el departamento de Santa Cruz, es uno de los centros de producción de base de coca, y es hogar de al menos cuatro de los más sofisticados clanes de la droga. En una entrevista con el programa de televisión boliviana Sin Letra Chica, un miembro de uno de estos clanes señaló que su organización trabaja en conjunto con otra, y que entre las dos cuentan con unos 600 integrantes. En una buena semana los dos clanes pueden producir hasta 800 kilos de base de coca, agregó.

Parte de esta base es transportada a la frontera con Brasil, donde se vende directamente a los grupos del crimen organizado brasileño; otra parte es comprada por los colombianos, que procesan la base y la convierten en cocaína. La fuente también dejó claro que el coronel de la policía de la cercana localidad de Yapacaní estaba incluido en la nómina de los narcotraficantes.

Evitan la violencia

Extrañamente hay poca violencia entre los clanes criminales de Bolivia, por lo que sus actividades atraen poca atención. A diferencia de los colombianos, y cada vez más de los brasileños, el crimen organizado boliviano prefiere resolver sus diferencias pacíficamente. Parte de esto puede ser explicado desde la fuerza que tiene la cultura indígena en Bolivia, la cual aborrece la violencia y trata de encontrar soluciones comunes a los problemas.

Sin embargo, hay evidencia de un incremento en los asesinatos relacionados con las drogas en Santa Cruz, aunque esto podría estar más vinculado al COT que a las disputas entre los clanes criminales de Bolivia. La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) ha advertido que un aumento en la violencia es casi inevitable si Bolivia mantiene su posición como país productor y punto de tránsito para las drogas.

En marzo de 2013, el gobernador de Santa Cruz declaró estado de emergencia para contener una ola de crímenes en la ciudad, culpando al narcotráfico de la violencia. El tema volvió a los titulares en julio de este año, cuando en el transcurso de dos semanas se cometieron cinco asesinatos en Santa Cruz, en los cuales, presuntamente, habría participado el COT colombiano.

En 2013, el Observatorio Nacional de Seguridad Ciudadana (ONSC) de Bolivia registró 762 pandillas en el país, con más de 25 mil miembros. La mayor parte de ellas concentradas en La Paz (261), Santa Cruz (169) y Cochabamba (106). Algunas de éstas son simples pandillas callejeras; otras estarían mejor clasificadas como clanes criminales.

Costos y el “efecto cucaracha”

Con la evolución del crimen organizado latinoamericano se han producido dos acontecimientos que ahora afectan a Bolivia de forma directa.

A pesar de que los colombianos han estado interesados en Bolivia durante unas cuatro décadas, su interés ha cambiado en los últimos diez años. Pablo Escobar solía llevar a Colombia aviones llenos de base de coca e incluso de cocaína boliviana antes de que la droga se dirigiera a EU.

Hoy en día son los mexicanos, no los colombianos, quienes dominan el mercado de la cocaína en Estados Unidos. De hecho, en muchos casos, los colombianos se han convertido en proveedores al por mayor de los mexicanos. Mientras que en los días del Cartel de Medellín los colombianos producían un kilo de cocaína por alrededor de dos mil dólares y lo vendían en Estados Unidos por 50 mil dólares, actualmente la mayor parte de las ganancias terminan en manos de los mexicanos.

En Colombia un kilo de cocaína de alta pureza cuesta alrededor de tres mil dólares. Los mexicanos compran a los colombianos ese mismo kilo por entre ocho mil y 12 mil dólares en Honduras, el principal punto de transferencia. Esto significa que el crimen organizado colombiano gana, en el mejor de los casos, alrededor de siete mil dólares por kilo de cocaína, una vez restados los costos de transporte.

En Bolivia, utilizando base peruana, los colombianos pueden producir un kilo de cocaína de alta calidad por menos de dos mil dólares. Ese mismo kilo en Sao Paulo o Buenos Aires alcanza un valor de hasta ocho mil dólares. Por lo tanto, los colombianos pueden ganar más de cinco mil dólares por kilo, pero con un riesgo mínimo de interdicción y casi ninguno de extradición; simplemente moviendo envíos de drogas a través de la frontera con Bolivia hacia Brasil o Argentina.

Estos dos países también actúan como puntos de transbordo para los mercados más lucrativos de todos: Europa y Asia. Y es ahí donde los colombianos están concentrando sus esfuerzos. En España o en Holanda, los principales puertos de entrada a Europa, un kilo de cocaína tiene un valor de 40 mil dólares; en Reino Unido de unos 50 mil; en Rusia hasta 80 mil. Mientras que en Tokio ese mismo kilo de cocaína puede alcanzar un valor superior a los cien mil dólares.

Hoy en día, el COT colombiano está produciendo cocaína de alta pureza en Bolivia y la está enviando a Brasil y Argentina, donde se vende una parte de la droga y el resto es transportada hacia Europa o Asia. Los colombianos siguen siendo los pioneros en el tráfico internacional de drogas, y la lógica actual del negocio indica que el mercado de EU ya no es tan rentable para ellos, pues ahora está dominado por los mexicanos, quienes ganan la porción más grande del tráfico de un kilo de cocaína. Lo anterior hace de Bolivia infinitamente más atractiva para el COT colombiano.

Por otra parte, el llamado “efecto cucaracha” también ha tenido un impacto significativo sobre Bolivia. Cuando las luces se encienden en una habitación, las cucarachas corren hacia los rincones oscuros. El crimen organizado en gran medida actúa de la misma manera. Las luces están encendidas en Colombia y los barones de la droga, una vez que son identificados, tienen una vida útil bastante corta allí, por lo que se trasladan al extranjero. Bolivia todavía no ha podido encontrar su interruptor eléctrico.

A pesar de que durante las redadas a los laboratorios de producción de drogas en Bolivia a menudo se produce la captura de colombianos, la policía boliviana aún no ha conseguido desmantelar estructuras criminales colombianas de un tamaño significativo. Un oficial de la policía boliviana de alto nivel, que pidió anonimato, reveló que actualmente existen tres redes colombianas principales. La más antigua tiene sus raíces en un grupo paramilitar de los Llanos Orientales de Colombia, las Autodefensas Campesinas de Casanare (ACC), alguna vez dirigidas por Héctor Buitrago, alias Martín Llanos. A finales de los años noventa Buitrago envió unos 300 paramilitares a Bolivia. En junio de 2011 la policía boliviana arrestó a su primo, Carlos Noel Buitrago Vega, alias Porremacho, en Santa Cruz. En febrero de 2012, Héctor Buitrago fue capturado en Venezuela.

Otros recién llegados incluyen traficantes colombianos tanto, de los Rastrojos como de los Urabeños, actualmente dos de las más poderosas estructuras de COT en Colombia.

También hay indicios de que en Bolivia se han establecido “oficinas de cobro” colombianas. Una oficina de cobro es una estructura criminal utilizada para controlar y regular el tráfico de cocaína. La primera oficina de cobro fue la Oficina de Envigado, una estructura que creó el Cartel de Medellín para mantener control sobre el hampa de Medellín y asegurarse de que todos los traficantes pagaran su cuota a El Patrón(Pablo Escobar). Las oficinas de Escobar estaban encargadas de recolectar los pagos de los traficantes y otras deudas pendientes. Cuando era necesario, contrataban sicarios para asesinar a aquellos que se negaban a pagar o que ofendían a Escobar de alguna manera.

El modelo llegó a dominar el hampa de Medellín y fue replicado a lo largo de Colombia a través del grupo paramilitar de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), que manejaron la mayor parte del tráfico de drogas en Colombia entre 1997 y 2006, cuando se desmovilizaron.

Ahora el crimen organizado colombiano ha establecido oficinas de cobro en Panamá, Honduras, Costa Rica, Argentina, Venezuela, Ecuador, Perú, España y Bolivia. En julio, la policía boliviana capturó a Alicia Lorena Vargas Muñoz, alias La Mona, una colombiana acusada de dirigir una oficina de cobro en Santa Cruz, que fue vinculada a una serie de asesinatos en la ciudad relacionados con las drogas.

Después de los colombianos, los brasileños son los grupos del COT más poderosos en Bolivia. Debido a las diferencias lingüísticas, y tal vez a las culturales, los colombianos no cuentan con las mismas redes criminales en Brasil que en Argentina. Los grupos brasileños alimentan el creciente mercado de drogas de Brasil, y para asegurar el suministro de cocaína y sus derivados —y también de mariguana— el COT brasileño ha establecido una presencia permanente en Bolivia y Paraguay.

Los más poderosos grupos de COT de Brasil son el Primer Comando Capital (PCC) y el Comando Vermelho (CV). Fundadas al interior del brutal sistema penitenciario brasileño, estas pandillas ahora controlan gran parte de la venta de drogas en Sao Paulo y Río de Janeiro, y se han extendido por todo Brasil. Estos grupos han dado el salto al crimen organizado transnacional, y en Bolivia están ubicados principalmente en los departamentos fronterizos de Beni y Santa Cruz.

El futuro criminal de Bolivia

Es probable que se solidifique la importancia de Bolivia como epicentro transnacional para el tráfico de drogas. Los mercados de drogas para la cocaína y sus derivados en Sudamérica están creciendo y se están diversificando. Es poco probable que la producción de drogas en Perú y Bolivia presenten un cambio drástico en el futuro cercano.

Perú está intensificando su erradicación de cultivos y planea instalar algunos controles de radar a lo largo de su frontera, mientras que Estados Unidos está a punto de aumentar su ayuda antinarcóticos para ese país. Es probable que esto tenga un impacto negativo y significativo en Bolivia. A pesar de que Morales ha tenido éxito en contener la producción de coca en su país, si disminuye el suministro de base barata y de alta calidad de coca de Perú, la presión de los narcotraficantes para conseguir el producto dentro de Bolivia podría aumentar sustancialmente.

La reelección de Morales significa que es poco probable que el estado actual de las relaciones con Estados Unidos cambie. Actualmente no hay presencia de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés), y desde mediados de 2013 la Oficina para Asuntos Narcóticos Internacionales y Aplicación de la Ley (INL, por sus siglas en inglés) y la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) han dejado el país. Si bien Bolivia ahora recibe apoyo antinarcótico de la Unión Europea y Brasil, ninguno de ellos cuenta con la experiencia, los recursos o los datos para comenzar a llenar el vacío dejado en la inteligencia estratégica, alguna vez suministrada por Estados Unidos.

El desafío de Bolivia radica en fortalecer sus instituciones y su capacidad policial para poder proporcionar suficiente resistencia al COT, para que así éste se vea obligado a establecer sus operaciones en algún otro lugar. Sin embargo, es poco probable que esto ocurra sin un cambio radical en la estrategia de Morales, que esté acompañado de una gran inversión en recursos.

El COT ya está en Bolivia, y entre más raíces logre echar más probable será que consiga penetrar las instituciones del Estado. Ya existe evidencia de que esto está sucediendo en Santa Cruz, tanto en la ciudad como en el departamento. La ciudad está creciendo rápidamente y se está convirtiendo en una metrópolis más grande y sofisticada, con unos 1.5 millones de habitantes. Santa Cruz está desarrollando hoteles de alta calidad, restaurantes, vida nocturna y departamentos de lujo, elementos que los traficantes de drogas de alto nivel encuentran atractivos en una base de operaciones.

Aunque los traficantes de alto nivel todavía prefieren residir en Buenos Aires, sobre todo los colombianos, Santa Cruz está en pleno auge.

Esto podría cambiar la posición actual de la ciudad como epicentro para la negociación de la compra y el transporte de alijos de droga, y convertirse en un atractivo lugar de residencia. En el caso de que los narcos de alto nivel comiencen a vivir allí, esto no sólo acelerará el proceso de corrupción de las instituciones policiales y judiciales, sino que muy probablemente también buscarán influenciar la arena política.

Hay que recordar que los mexicanos comenzaron en el negocio de la cocaína como transportadores de los colombianos y hoy dominan el mercado de cocaína en Estados Unidos. Mientras más tiempo actúe Bolivia como país de producción y transbordo de drogas, mayor será la probabilidad de que los grupos del crimen organizado bolivianos evolucionen en organizaciones transnacionales sofisticadas. Sin una inversión significativa en la lucha contra el narcotráfico y el COT, el pronóstico para Bolivia sólo puede ser pesimista.