Las autoridades les cambiaron la vida a Celso Mejía Caballero, Juan Hernández Caballero y Margarita Hernández, quienes perdieron de tres años de su vida por la reclusión, así como los pocos recursos económicos que tenían, empleo y salud.(Paris Alejandro Salazar / La Silla Rota)

2015
SHCP acusó a 3 indígenas, que no sabían leer y escribir, de fraude fiscal millonario
     

Indígenas hñahñús, entre la impunidad y el desamparo

La Secretaría de Hacienda y Crédito Público acusó a tres indígenas hñahñús –que no sabían leer y escribir- de un millonario fraude fiscal; el que los engañó murió sin pisar la cárcel

PACHUCA, HIDALGO (La Silla Rota).-  Sin advertirlo, el sueño y la esperanza de un futuro mejor se convirtieron en pesadilla y desilusión. La pequeña luz para superar la marginación, la pobreza y la carencia generada por la cooperativa textil de San Joaquín, en Tecozautla, terminó en oscuridad, abuso y desamparo.

Una persona utilizó los nombres de tres indígenas hñahñús y falsificó sus firmas para orquestar un fraude por 486 millones de pesos. Ellos pasaron tres años en el Centro de Reinserción Social de Pachuca, mientras que el defraudador se mantuvo impune y murió sin pisar la cárcel.

Sin pruebas consistentes, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) acusó a los tres indígenas hñahñús –que no sabían leer y escribir– de un millonario fraude fiscal y de contrabando.

El sistema judicial mexicano fue implacable contra los indígenas hñahñús, pasó por alto las pruebas periciales que demostraban la inocencia: falsificación de firmas, la declaración del agente aduanal y las faltas administrativas de la Secretaria de Economía (SE) en Querétaro, la cual otorgó un apoyo a una empresa de Hidalgo.

Las autoridades le cambiaron la vida a Celso Mejía Caballero, Juan Hernández Caballero y Margarita Hernández, quienes perdieron tres años de su vida por la reclusión, así como los pocos recursos económicos que tenían, el empleo y la salud.

Cumplieron una sentencia de tres años de prisión y sólo así recuperaron su libertad. Hace un mes, Margarita fue trasladada de emergencia al Hospital General de Pachuca con un cuadro hipoglucémico severo, y está débil; Juan no tiene un hogar porque la vivienda que le prestaban hace tres años ya tiene otro uso; y de la esposa de Celso, no se sabe de su paradero.

 

LA PEQUEÑA MAQUILADORA

 

Tecozautla es un municipio de la huasteca en los límites de Hidalgo y Querétaro, su población total es de poco más 35 mil personas. Aquí, uno de cada cuatro hogares lo encabeza una jefa de familia.

En 1988 Alejandra Mora de Lugo, presidenta del DIF Hidalgo y esposa del gobernador (1987 – 1993), Adolfo Lugo Verduzco, propuso un proyecto para que las mujeres de Tecozautla tuvieran un empleo remunerado.

El Consejo Ejidal cedió un terreno en la comunidad de San Joaquín, que actualmente tiene mil 148 habitantes, para instalar un taller de costura. El gobierno estatal entregó ocho máquinas de coser para echar a andar el proyecto.

El taller quedó como patrimonio indígena del valle del mezquital de la huasteca hidalguense. El sexenio de Lugo Verduzco concluyó, y las nuevas autoridades olvidaron darle continuidad e impulso. Desapareció el programa, el inmueble y la maquinaria fue entregada a los pobladores para su administración.

Ante los disgustos de que no había ingresos, en 1999, durante una asamblea, los habitantes eligieron a Celso Mejía Caballero, Juan Hernández Caballero y Margarita Hernández, como los representantes de la cooperativa.

Los pobladores aportaron 50 pesos para juntar un capital del 500 pesos, y así constituir la Maquiladora San Joaquín ante el notario público Federico Gómez Vázquez, en San Juan del Río, Querétaro.

Les propuso solicitar créditos al gobierno para crecer el taller, sin embargo, los pobladores sólo agradecieron la asesoría y decidieron trabajar sólo con sus recursos para no meterse en problemas, ya que pocos de ellos sabían leer y escribir.

Rentaron las instalaciones y trabajaron para algunos empresarios, quienes les quedaron a deber dinero. En 2003, cerraron la maquiladora.

Para 2005, llegó a Tecozautla el empresario textil queretano, Óscar Corro, quien ofreció modernizar la maquiladora, traer trabajo de Estados Unidos y emplear a las mujeres de la comunidad. La única condición que se les pidió a los pobladores fue que se mantuviera el mismo consejo directivo de la cooperativa, es decir, la continuidad de Celso, Juan y Margarita. Un cargo honorario y sin ninguna remuneración.

“La persona se presentó ante una asamblea a pedir que le prestaran el inmueble, que él iba a traer trabajo y todo eso, convenció a la gente, pero pidió que se quedara el mismo comité”, explica Celso Mejía Caballero.

Los habitantes aceptaron las propuestas del empresario queretano. Durante un año, Óscar Corro llevó trabajo a la maquiladora, con lo que se ganó la confianza de la gente.

 

EL FRAUDE

Óscar Corro se aprovechó de la ignorancia de los pobladores, utilizó la razón social de la pequeña Maquiladora San Joaquín para realizar gestiones a nombre de la cooperativa y sin el consentimiento de sus tres directivos.

Solicitó un apoyo del Programa de Importación Temporal para Producir Artículos de Exportación (PITEX) de la Secretaría de Economía en la delegación estatal de Querétaro para la Maquiladora San Joaquín.

Las reglas de operación del programa establecían que la importación temporal de la tela era para la transformación en prendas de vestido, y que una vez procesada debía retornar a su lugar de origen en un plazo no mayor de 18 meses.

De manera irregular la dependencia federal en Querétaro gestionó para la maquiladora de Hidalgo la importación de tela fina por la cantidad de 40 millones de pesos. Óscar Corro contrató créditos, consolidó compras e introdujo las telas por la aduana de Colombia, Nuevo León.

La materia prima la desvió para otras empresas. A la Maquiladora San Joaquín no llegó un solo metro cuadrado de la tela. Óscar Corro violó las relas del programa, lo que representaba un fraude fiscal.

“Nosotros no supimos qué movimientos hacia hasta que llegaron los (agentes) aduanales a revisar que si habían mandado los textiles, nunca encontraron nada, y es cuando nosotros anduvimos viendo que había pasado”, rememora Celso Mejía Caballero.

La cooperativa no tenía la capacidad de gestión, ni el dinero suficiente para enfrentar compromisos de tales dimensiones, ya que su capital legal era de 500 pesos, tampoco podían acudir a mercados internacionales de tela para introducirla a México, pero en Querétaro la delegación estatal de la Secretaría de Economía otorgó un apoyó de 40 millones de pesos a la maquiladora con razón social en Hidalgo.

La Maquiladora San Joaquín dejó de operar definitivamente. En 2008 la cantidad de 40 millones de pesos fue actualizada con multas y recargos, ascendió a 453 millones de pesos.

 

CULPABLES DEL SUPUESTO CONTRABANDO DE TELAS

 

El 17 de junio de 2008 citaron a Juan, Celso y Margarita a declarar ante las autoridades.

“Anduvimos inquietos porque llegaron los aduanales y los de hacienda, y es cuando nos citaron en Tula (Hidalgo) y mencionaron esa cantidad (453 millones de pesos). Ningún documento nos avalaba, porque nosotros no manejábamos ningún papel”, recuerda Celso Mejía Caballero.

Buscó a Óscar Corro para que arreglara la situación y lo que recibió fue una advertencia fatal. “Yo tuve amenazas de muerte de ese señor, para que viniera y aclarara las cosas, y él con amenazas me dijo que si yo le seguía moviendo que él me iba a matar, de hecho tuvo dos personas me sacaron fotos y les dijo ‘si esta persona lo ven por aquí, por Ezequiel Montes, Cadereyta, Tequisquiapan (municipios de Querétaro), se lo friegan’”.

“Cuando nosotros llegamos nos dijo el juez que si éramos culpables la pena sería de tres años, y si no resultábamos culpables eran tres años, pero el juez nos puso que si tuvimos algo de responsabilidades en el delito de contrabando de telas”, cuenta Celso.

El 17 de agosto de 2012, el juez sentenció Juan, Celso y Margarita a tres años de prisión en el Centro de Reinserción Social de Pachuca bajo la causa penal 53/2009, porque ellos por se desempeñaban como presidente, secretario y tesorera del comité de la maquiladora.

El proyecto comunitario para dar empleo a las mujeres de Tecozautla, derivó en el encarcelamiento de tres inocentes.

Perdieron una batalla legal con irregularidades, nadie les creyó por ser pobres e indígenas. No tenía para pagar un abogado, y el litigante de oficio poco o casi nada hizo.

Familiares de los inculpados pidieron apoyo al Consejo Supremo Hñahñu, en pocos meses los abogados Bartolomé Fuentes y Demetrio Vegaevidenciaron las inconsistencias del caso.

A lo largo de las diligencias se comprobó la falsificación de las firmas, un peritaje en grafoscopio reveló que ellos no firmaron ningún documento de la importación de telas finas.

Pero no fue el único elemento desechado por el juez, el agente aduanal declaró que en el proceso de importación los tres indígenas jamás solicitaron tales servicios.

Se demostró también que existían tres expedientes judiciales en los que Óscar Corro estuvo involucrado en diversos delitos de fraude. Tampoco fue considerado por el juez. Corro murió en 2009.

Quedó expuesto que de manera irregular que la delegación estatal de la Secretaría de Economía en Querétaro no podía entregar un apoyo a una empresa con razón social en Hidalgo, además de que la Maquiladora San Joaquín con capital social de 500 pesos no tenía capacidad financiera para solicitar un apoyo de 40 millones de pesos.

“El empresario que fraguó todo es de Querétaro, la Maquiladora San Joaquín es de Hidalgo, todos los trámites se hicieron en Querétaro; en el proceso aportamos pruebas de descarga, los pedimentos de importación no fueron firmado por ellos, nosotros acreditamos con una pericial en grafoscopio que las firmas que obran en ese pedimento son falsas, están las constancias en el juzgado; vino el agente aduanal que despachó las mercancías, en primer término no los conoce y refirió que quien pagó las mercancías fue Óscar Corro; y trajimos a una persona que también estuvo involucrado en un asunto similar, que vino a atestiguar que Óscar Corro lo involucró en un fraude por 10 millones de pesos”, detalla el abogado Bartolomé Fuentes.

“Las tela nunca llegó a la maquiladora, en el expediente hay constancia que el SAT (Sistema de Administración Tributaria) declara que incautaron varios cargamentos de esa tela en otros estados. La averiguación previa se llevó a espalda de ellos, nunca les notificaron del problema que tenían, llegan, los aprehenden y los consignan al CERESO”, explicó Bartolomé Fuentes.

Los abogados y el Consejo Supremo Hñahñu se reunieron con Aristóteles Núñez, titular del SAT, quien les ofreció reducir el adeudo.

“Nos planteó una solución para él, pero para nosotros no, 450 millones se debía, nos dijo que nos la dejaba en 50 millones, es impagable, ni lo que vale el pueblo en el que viven. La cuenta bancaria de la maquiladora nunca manejó más de 20 mil pesos”, revela el abogado.

El Ministerio Público Federal no averiguó el destino final de las telas como sería su obligación y que lo llevaría a los verdaderos responsables.

En marzo de 2015 el juzgado aceptó las conclusiones de la defensa que pedía la libertad de los tres indígenas, pero el SAT interpuso un recurso de apelación lo que retrasó el proceso al menos cuatro meses.

A las 00:27 del 16 de agosto de 2015, Celso, Juan y Margarita recuperaron su libertad. “Pagaron una condena que no tenían que pagar”, afirma el abogado.

Sin embargo, el calvario de los tres indígenas todavía no ha llegado a su fin: enfrentan un proceso fiscal, pero ya no está en peligro su libertad.

 

LA CÁRCEL NO LES ARREBATÓ LAS GANAS DE LUCHAR

 

El encierro transformó la vida de tres familias. Teresa Torres Hernández, esposa Celso, y Benita Trejo mujer de Juan, sostuvieron sus hogares de la venta de botellas vacías de PET que recogían en las calles; los hijos de Margarita se alquilaron como trabajadores de bacheo.

“Estuvimos tres años privados de nuestra libertad, enfermándonos, alejados de nuestras familias, sólo queríamos hacerle un bien a la comunidad, al pueblo, darle trabajo a las mujeres”, dijo Celso minutos después de abandonar la prisión.

“Hay muchas mujeres que salían a trabar la costura, y quisimos que no salieran lejos a trabajar, y para el bien de la comunidad, porque lo poquito que se cobraba se iba a obras en la comunidad”, explica Celso.

En el CERESO de Pachuca la comida que recibían estaba en mal estado para obligarlos a comprar productos en una tienda dentro del penal.

“Cada vuelta que le echaba eran mil pesos, entre pasajes y lo que le dejábamos para comer”, recuerda el hermano de Celso.

“Estos tres años fueron de desgaste familiar, somos familias de escasos recursos, a veces es imposible acceder a una buena defensa si no se tienen los recursos económicos. A veces nos desprendimos de cosas para la defensa, era necesario mal comer, mal vestir y muchas cosas, endeudarnos y vender pertenencias porque no hay de otra”, comenta.

Las autoridades penitenciarias no les entregaron uniformes, los familiares tenían que llevarles pantalones de mezclilla azul y playeras blancas.

Celso, Juan y Margarita aprendieron a leer y escribir durante los tres años de su reclusión, los tres terminaron la primaria y la secundaria. También participaron en algunos talleres dentro del penal.

La cárcel no les arrebató las ganas de luchar. Celso platica su plan inmediato: “trabajar honradamente, ganarnos el pan de cada día, dedicarle el tiempo a la familia por el tiempo que estuvimos alejados, como nosotros sufríamos, la familia sufría más. Las deudas que tiene la familia, nosotros vamos a trabajar para solventar eso, porque está bien que son nuestros hermanos pero ellos no tienen ninguna responsabilidad de nuestros errores, de nuestra ignorancia y de cómo se estaba manejando esto (de la maquiladora)”.

No tiene claro en que va a trabajar, pero las ganas las tiene. “Buscar trabajo de lo que sea, de ayudante de albañil, de lo que podamos encontrar, porque la edad (51 años) es un obstáculo para que me contraten en una empresa”, dice Celso.

La emoción de recuperar la libertad, las lágrimas y el débil estado de salud impiden que Margarita hable, sólo dice “gracias a Dios” y abraza a su hijo, suben a la camioneta que los llevara a San Joaquín, Tecozautla, a tres horas de Pachuca.

“Estos tres años que perdimos nunca los vamos a recuperar, es difícil pero le vamos a echar ganas para salir adelante, primero Dios, somos personas humildes, de trabajo”, dice tímidamente Juan con los brazos cruzados para defenderse del frío, no tiene chamarra ni suéter.

Pero algo tienen claro, ya no echaran a andar la maquiladora. “No, ya cargos de la comunidad ya no”, advierte Juan; y Celso acompaña ese sentir: “mejor que me destierren del pueblo”.


La Silla Rota