En inglés, un comercio de porcelana se llama “China shop” o tienda de China, porque esas artesanías solían proceder de Oriente. Decir “hay un toro en la tienda de China” es equivalente al refrán mexicano “como chivo en cristalería”: es muy probable que destruya objetos preciosos.

2017
Trump en Asia: como “chivo en cristalería”
     

En inglés, un comercio de porcelana se llama “China shop” o tienda de China, porque esas artesanías solían proceder de Oriente. Decir “hay un toro en la tienda de China” es equivalente al refrán mexicano “como chivo en cristalería”: es muy probable que destruya objetos preciosos.

Donald Trump inició este viernes 3 una larga gira por Asia –del 3 al 14 de noviembre–, en la que pasará por Beijing. Un cartón en el diario South China Morning Post, publicado el 30 de octubre, resumió no sólo los temores que genera esta visita, también la visión que tienen allá del presidente estadunidense: lo muestran entre delicados jarrones y tazas, malencarado y no con apariencia de estadista, sino con el atuendo estereotípico de un turista estadounidense: tenis sin calcetines, bermudas, camisa hawaiana y una gorra con la bandera de las barras y las estrellas, de la que salen los cuernos de la bestia.

Lo que no hizo explícito el caricaturista es lo que contienen los jarrones y las tazas, aunque en la opinión pública se debate con intensidad, porque es frágil y está justo en la ruta del mandatario: bombas nucleares, una carrera armamentista y el rompimiento del sistema internacional de no proliferación nuclear.

El adulto en la sala

En 2011 el presidente norcoreano Kim Jong-un heredó el poder a los 27 años de manos de su padre Kim Jong-il. Sin experiencia política previa, es el mandatario más joven en control de un arsenal nuclear.

Con ese dato, gana significado otro dicho anglosajón: el que pide ser “el adulto en la sala”, en el sentido de que alguien se tiene que comportar con madurez cuando los demás actúan de manera infantil.

En agosto pasado 21 legisladores estadunidenses de origen coreano, estatales y federales, firmaron una carta en la que le explican a Trump que “tenemos recuerdos claros y profundos” de la guerra de Corea (1950-1953), pues “millones de familias coreanas viven con la memoria colectiva de la sangre derramada tanto por coreanos como estadunidenses y el interminable duelo por los seres queridos” que murieron o quedaron separados.

“Nunca más” debe ocurrir, sigue el documento, pues cualquier conflicto nuclear volvería a devastar la pequeña península coreana: incluso en el improbable caso de que Corea del Norte no lograra arrojar sus bombas nucleares, “es claro que ninguna acción militar que involucre ‘fuego y furia como el mundo no ha visto jamás’ (citando una frase de Trump) puede afectar únicamente al régimen norcoreano”.

La prensa lo interpretó como que le pedían a Trump, de 71 años, ser “el adulto en la sala” frente a un Kim Jong-un que sólo ha cumplido 33 años… aunque en realidad, los firmantes de la misiva no creen que ambos líderes sean muy distintos.

En los feroces intercambios de amenazas e insultos con Kim, Trump no ha mostrado la mesura de quien es a la vez más poderoso y más maduro: además de anunciar “fuego e ira”, en una frase sobre la que las redes sociales ironizaron comparándola con las de cómics de superhéroes de los años cincuenta, Trump se ha quejado –vía Twitter– de que ninguna de las iniciativas diplomáticas de sus antecesores ha tenido éxito, por lo que “sólo una cosa funcionará”. Y ha advertido con “destruir totalmente” a Corea del Norte.

“Eso no es normal”, declaró David Ryu, un influyente político coreano-estadunidense, consejero del ayuntamiento de Los Ángeles, al diario británico The Guardian. “No sé si él realmente entiende lo que significa ‘destrucción total’, que significa que mueran millones de personas en ambos lados. ¿Él quiere tener eso en la conciencia?”, preguntó

Bomba de bienvenida

Trump ha sostenido el debate a este nivel desde la familiaridad de la Casa Blanca o de su mansión en el campo de golf floridano de Mar-a-Lago. Es diferente de sus giras internacionales, en las que ha provocado –casi sin darse cuenta– graves conflictos, como cuando hizo creer a Arabia Saudita que la respaldaría en una ofensiva contra Catar y el malentendido sólo se hizo evidente cuando este pequeño país ya había sido aislado por aire, mar y tierra.

Ese viaje a Medio Oriente tuvo, sin embargo, detalles que lo hicieron más relajado e incluso agradable para el presidente estadunidense: los monarcas sauditas le dieron un agasajo real que pocos seres humanos pueden recibir en este planeta, y el empresario y showman que ha prohibido el ingreso a Estados Unidos de ciudadanos de algunos países que liga al terrorismo, se dejó consentir por los compatriotas de los destructores de las Torres Gemelas de Nueva York.

Es improbable que sus anfitriones en Japón, Corea del Sur, China, Vietnam y Filipinas quieran o puedan tener hacia él atenciones tan elevadas. Y la duración del viaje, que con 12 días será el más largo en su administración, hace temer a sus asesores –citados anónimamente por el Washington Post- que el presidente, que ya ha mostrado incomodidad con esta gira, “se ponga de mal humor” y esto provoque un “comportamiento impredecible o antidiplomático”.

Falta ver la actitud del chico al otro lado del tablero. En los diez meses que van de 2017, Norcorea ha disparado 22 misiles con el objetivo declarado de perfeccionar una tecnología capaz ya no sólo de alcanzar a golpear Tokio, también Alaska e incluso la costa occidental de Estados Unidos.

Más importante aún: el 4 de septiembre realizó una prueba subterránea de una bomba de hidrógeno, que fue registrada como un temblor de 6.3 grados de intensidad y exhibe un poder de destrucción muchas veces superior al que se estimaba que tenía.

Con las explosiones nucleares bajo tierra –afirman quienes las realizan- es posible evitar la liberación de materiales radioactivos a la atmósfera. Las pruebas en la superficie están prohibidas por un tratado internacional firmado en 1963: Kim Jong-un ha amenazado con realizar la primera en 54 años, también con una bomba de hidrógeno. Las especulaciones de expertos en foros públicos de que esto podría ocurrir durante el viaje de Trump, se han visto reforzadas con la revelación, el jueves 2, de que el Servicio Nacional de Inteligencia de Corea del Sur ha detectado actividad vehicular inusualmente intensa alrededor de uno de los principales centros de investigación nuclear en Pyogyang, la capital norcoreana, por lo que sospecha que se preparan para realizar otra prueba.

La explosión superficial de una bomba nuclear podría ser interpretada por el Servicio Secreto estadunidense como una amenaza directa contra el presidente. Las decisiones de un Trump hastiado y ofendido podrían distar de ser las del adulto en la sala.

“Proliferación nuclear”

Por si alguien se sentía intranquilo, H.R. McMaster, quien ocupa la posición clave de asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, terminó de alarmarlo el jueves 2: “Lo que es indignante es el régimen norcoreano”, afirmó al refutar que el problema sea su jefe. Y añadió: “el presidente va a utilizar las palabras que se le antojen. Yo no creo que el presidente module su lenguaje. ¿Lo han notado?”

Más allá de agudizar la disputa con Kim Jong-un, el desapego de Trump por ejes clave de las políticas exterior y de seguridad estadunidenses está erosionando el trabajo de la comunidad internacional en temas fundamentales, con consensos duramente alcanzados, como los del ámbito atómico.

Si Medio Oriente es un polvorín, Asia Oriental es una feria de arsenales nucleares. Ahí los de Estados Unidos se conjuntan con los de China y Rusia, además del de Kim Jong-un. Barack Obama, predecesor de Trump, reconoció el cambio de equilibrios e inició una profunda transformación de la estrategia militar global de su país, que llamó “pivote a Asia”, para trasladar sus fuerzas navales del Golfo Pérsico al Pacífico Occidental.

Trump ha tratado esta política con el mismo desdén con el que toma todo lo hecho por Obama, y ha abierto el espacio para que se activen los sectores más “halcones” de su país.

Uno de los pensadores con mayor influencia en la diplomacia estadunidense en el último medio siglo, Henry Kissinger, quien condujo la política exterior del presidente Richard Nixon (y recibió el Premio Nobel de la Paz 1973), le concedió una entrevista al New York Times (28 de octubre) en la que prácticamente llamó a enterrar el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNPN): según él, si Corea del Norte posee bombas atómicas, “todo Asia” debe tenerlas también.

Según el diario neoyorquino, aunque el TNPN prohíbe que Japón y Corea del Sur desarrollen armamento nuclear, ambos poseen la tecnología para hacerlo con rapidez. “Nos tomaría seis meses” le dijo a ese periódico un profesor surcoreano de ingeniería nuclear, Suh Kune-yull. Un informe de 2015 indicó que ese país puede producir hasta cuatro mil 300 bombas, suficientes para destruir el planeta. Otras naciones que seguirían ese camino, dice el Times, serían Australia, Myanmar, Taiwán y Vietnam.

“No puede ser que Norcorea sea el único país coreano del mundo que tiene armas nucleares, sin que los surocoreanos traten de ponerse a la par. Tampoco puede ser que Japón se quede sin hacer nada”, afirmó Kissinger. “Por lo tanto, hablamos de (dirigirnos a la) proliferación nuclear”, concluyó.