La mayoría de los diputados locales sonorenses son desconocidos, impreparados, desconocedores de la mecánica legislativa, pero eso sí, están ansiosos por disfrutar de las mieles del poder, para ellos y sus allegados. La fama de “mala paga” que tiene el Congreso les vale. Tres años son pocos y hay que aprovechar. Al diablo la austeridad republicana.

2021-11-17
Bisturí. Un diputado pobre  es un pobre diputado
     

La mayoría de los diputados locales sonorenses son desconocidos, impreparados, desconocedores de la mecánica legislativa, pero eso sí, están ansiosos por disfrutar de las mieles del poder, para ellos y sus allegados. La fama de “mala paga” que tiene el Congreso les vale. Tres años son pocos y hay que aprovechar. Al diablo la austeridad republicana.

Una de sus primeras acciones como Poder Legislativo fue despedir a 18 funcionarios, algunos de ellos con 10 años de antigüedad. Obviamente si no son liquidados conforme a derecho demandarán al Congreso del Estado. Esta medida fue para dar chamba a los cuates y cubrir cuotas partidistas. Pero así no rebajarán el gasto en 500 millones de pesos, un compromiso del gobernador, no de los congresistas.

Aparte, el Congreso debe tener muchas cuentas pendientes con proveedores. En una de esas por allí también se cuelan demandas por falta de pago. Y si es de un medio de comunicación, peor tantito. El litigio mediático, asegurado.

Entonces no vemos cómo le van a quitar 500 millones de pesos al presupuesto.

Lo que sí no cambia es la imagen legislativa y la siempre recurrente pregunta: ¿Para qué diablos sirve un diputado?

La respuesta es clara para el que desea escucharla:

Para cobrar su dieta, sumar experiencia en la negociación política, hacer grilla, mucha grilla y, claro, para defender los intereses partidistas y suyos propios. Su misión: Prepararse para la siguiente liana, como buen Tarzán.

Esta radiografía se puede aplicar en cualquier estado del país. De frontera a frontera, de costa a costa, el legislador siempre actuará igual.

Claro, los hay inteligentes y brutos.

Pero casi nunca desempeñan su principal rol de representantes populares.

Menos para ser gestores sociales.

El congresista aludido, obviamente, esgrime en su defensa: Estoy aquí para legislar. Hacer leyes es mi responsabilidad.

La realidad es que el diputado casi nunca redacta leyes. Si acaso reciben leyes enviadas  por los Ejecutivos y cuando se animan a parchar algún artículo se fusilan la idea de congresos de otros estados.

Así pasa la vida de un diputado.

Ante nadie rinden cuentas.

Pero así es la política moderna.

Mucha acción en las redes sociales y nulo contacto con la gente real.

Y los diputados brillan por su ausencia de los distritos que lo eligieron.

El Congreso de Sonora destaca a nivel nacional por caro e improductivo.

Sonora es el segundo lugar en todo el país en gasto per cápita para el Poder Legislativo con un costo total de 339 pesos por habitante, según el informe de Congresos locales 2021 del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO).

Según las cifras recabadas por el IMCO, el presupuesto para el Poder Legislativo es de mil millones de pesos, en términos nominales.

Mucha lana, escasa representación y cero beneficio para la población.

Claro, cualquier defensor podría argumentar que el Legislativo es contrapeso del Poder Ejecutivo.

!Bah!, el gobernante siempre llega con mayoría legislativa, simple, sí, pero cuando hace falta se compran diputados.

Siempre los hay a la venta.

Sobre todo cuando se considera el voto de oro, el decisivo.

Así ha sido en el pasado.

Así será en el futuro.

Por eso estamos como estamos: Huérfanos en materia legislativa, sin representación popular, de alguien que plasme en leyes el sentir popular.

Claro, el culpable es el pueblo, que llevó al poder al candidato a diputado.

A ver cuándo cambia la gente, la mecánica legislativa… y la política, sobre todo.