Hermosillo.- Hace 16 años, Eunice Tovar Torúa, su esposo Manuel Duarte Campa y su hijo Alfonso, que tenía tres años de edad en ese entonces, estaban sentados en el consultorio de una psicóloga que les dijo que el niño no iba a aprender a leer, ni escribir, y ni siquiera podría usar zapatos.

Después de un mes de pruebas, la especialista confirmó que Alfonso tenía autismo en grado severo, y les pronóstico una vida terrible para su hijo.

Actualmente, Alfonso está por cumplir 19 años, y en agosto próximo será uno de los cerca de nueve mil nuevos búhos que ingresará a la Universidad de Sonora, en donde estudiará Ingeniería en Sistemas.

“Cuando nos dijo eso la psicóloga nos dejó helados y pasmados a mi esposo y a mí, tomamos al niño, recuerdo que lo agarré en brazos y salimos los dos, no dijimos ni media palabra. Nos agarramos de la mano, salimos de ahí, no hablamos en el carro, y después dijimos: ‘no, esto no será así, vamos a luchar y vamos a ver todas las opciones, y vamos a sacarlo adelante, contra todo pronóstico, contra todo diagnóstico”, dijo Eunice.

Pero el viacrucis, como llama la familia al periodo educativo de Alfonso desde educación básica, ha sido largo, debido a la falta de condiciones para adaptar a los estudiantes con autismo.

Primero estuvo en un preescolar y una primaria pública, en la secundaria ingresó a una escuela privada, pero tuvo que salir por la falta de herramientas para adaptar el proceso de enseñanza a los jóvenes con autismo.

Continuó la secundaria en escuela abierta, y pasó a la preparatoria, donde pudo graduarse en 2019. Y el camino sigue.

“Estamos felices, fue de celebración el saber el resultado del examen de admisión, gritamos, brincamos, lloramos, todavía estoy emocionado y porque él también había puesto su meta ahí, siempre había soñado con ser búho y lo logró”, comentó.